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En Cotabambas descubrí el Yawar Fiesta. Llegué a fines de Agosto, justo para la festividad de Santa Rosa de Lima. Desde Tambobamba (unas 3 horas de camino), en un camino que surcaba una hermosa meseta altoandina. Durante el trayecto, pudimos disfrutar del vuelo de varios cóndores, y con ¡con muchísima suerte! pudimos acercarnos a uno, que comía los restos de una llama.
Fue una experiencia mágica. En un paisaje hermoso (para mi, por lo frío y solitario, con un cielo celeste con esquivas y rápidas nubes), divisamos muchas aves. Entre ellas, el guía pudo distinguir un cóndor. Lo seguimos. Se perdió, luego apareció otro (quizás el mismo). El guía, que tenía una vista realmente prodigiosa divisó un punto en el horizonte donde se congregaban decenas de aves. Descendimos de la camioneta. Caminando con mucho cuidado, nos acercamos. Un magnifico cóndor estaba comiendo una llama muerta. Las otras aves (cuyos nombres no recuerdo) intentaban robar algo de la carne. Estuvimos unos minutos observándolo. Al intentar acercarnos más, emprendió vuelo. Espectacular.
Seguimos en ruta hacia Cotabambas. La pista en relativo buen estado. Al abandonar la puna, seguimos por un zigzagueante camino. Por más de una hora tuvimos en la mira el pueblo, hasta finalmente llegar.
Cotabambas es un pueblo muy pequeño. Parecía desierto al llegar. Nos instalamos en un cómodo albergue (que es también grifo), cuyos propietarios son dos profesores jubilados, la mujer muy amable y conversadora, el señor parco y seco. Alguien dos dijo que había corrida de toros en el barrio de Santa Rosa, en la parte alta del pueblo. Hacia ese lugar fuimos.
Nunca había estado en una corrida de pueblo. La plaza del barrio se encontraba cercada. En uno de los accesos, habían instalado un improvisado corral, con dos toros y muchos toretes. A un lado de la plaza el mayordomo con su familia y amigos, absolutamente ebrios. Soltaban un torete y los jóvenes y niños al ruedo. Cuando soltaban uno de los toros, los "grandes y valientes" del pueblo se animaban a torear. Todo ello con mucha, muchisima pilsen callao. Al final sólo compre un par de "cachangas" (asi les decimos en Chiclayo), que estaban realmente muy buenas, y una coca cola.
Me es difícil describir lo que viví esa tarde. Es una experiencia única. Muy emocionante. Los jóvenes y niños felices, "toreando" a los toretes, que estaban más asustados que el más temeroso de los mozalbetes. Los "grandes" envalentonados con las pilsen, entrando al ruedo, a la salida de los enormes toros. Los gritos de la gente, la emoción. Es una vivencia muy valiosa (gracias chamba por permitirme llegar a estos sitios).
Conversando con la gente del pueblo, descubrí que en Fiestas Patrias se celebra el Yawar Fiesta. Lástima no haber llegado en esa fecha. Nos describieron la forma en la que capturan al cóndor (en una fosa natural, en la que sacrifican una oveja, con todos los hombres escondidos alrededor, algunas veces por días, prestos para capturar al cóndor ya saciado y pesado). Los preparativos del evento (embriagando al cóndor). El amarre sobre el lomo del toro, el cual enfurecido embiste a todo el que se le ponga al frente. La forma en la que sueltan, tras la corrida, al cóndor, en una ladera desde la que emprende vuelo. El jolgorio, la dicha. Lástima no tener el talento para trasladar a blanco y negro un relato lleno de colores, bebidas, felicidad. Felizmente existe José Santos Chocano.
Con o sin Yawar Fiesta, Cotabambas es un bello pueblo, amable, que recuerdo con mucho cariño. Con gente maravillosa que nos hizo sentir en casa. Con paisajes que bien valen todo el sacrificio para llegar. Un lugar que siempre recordaré con cariño.
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